sábado, 11 de febrero de 2017

EL GUERNICA MALAGUEÑO

Tal y como está documentado por los historiadores, en enero de 1937, se encontraban refugiadas en Málaga capital unas ochenta mil personas civiles que venían huyendo de las fuerzas militares insurgentes. Estos refugiados procedían tanto de las provincias limítrofes de Sevilla, Cádiz, Córdoba y Granada, como de las zonas ocupadas por las tropas rebeldes en la provincia malagueña.

A partir del 7 de febrero de ese año se produjo la ruptura del frente malagueño y el avance de las fuerzas franquistas sobre la capital, provocando el éxodo masivo de unas trescientas mil personas civiles indefensas, entre ellas numerosas mujeres, ancianos y niños, que tomaron la carretera de Almería en dirección a esta ciudad.

A lo largo de toda una semana, esta población civil aterrorizada, sin alimentos ni cobijo, ni atención médica, avanzó penosamente por dicha carretera bajo el bombardeo y ametrallamiento sistemáticos, por tierra, mar y aire, por parte de las fuerzas franquistas y sus aliados fascistas italianos y nazis alemanes. Todo ello bajo el mando directo del general Queipo de Llano, que ordenó esta masacre.

Se cumplen ahora ochenta años de esta cruel masacre, pero según el Derecho Internacional estos actos constituyen crímenes contra la humanidad y no prescriben nunca.
En todos los países de Europa, liberada del nazi-fascismo tras la Segunda Guerra Mundial, existió un reconocimiento público a las víctimas de los crímenes de guerra y contra la humanidad, y se erradicaron los vestigios jurídicos, institucionales y monumentales de la barbarie fascista.

En España, cuarenta años después de la llegada de la “democracia”, masacres como la de Málaga siguen en el olvido. Somos el país de Europa con más cadáveres en fosas comunes, la mayoría aún sin identificar. Mientras, los restos mortales del responsable de aquella masacre, reposan actualmente, con todos los honores y bendición eclesiástica, en la basílica de la Macarena de Sevilla.



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