sábado, 20 de abril de 2013

50 años del fusilamiento de Julián Grimau: algunas notas sobre el proceso y un poema


Tal día como hoy, hace exactamente 50 años, el 20 de abril de 1963 fue fusilado por la dictadura franquista Julián Grimau, dirigente comunista, miembro del Comité Central del PCE desde 1954, y responsable del partido en el interior desde 1959.

Detenido el 7 de noviembre de 1962, fue conducido a la Dirección General de Seguridad, situada en el edificio en el que se ubica hoy la sede del gobierno de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol. Allí fue cruelmente torturado por sus interrogadores, hasta el punto de ser arrojado esposado desde la ventana de un segundo piso, lo que le provocó graves lesiones en el cráneo y ambas muñecas.

El entonces Ministro de Información del gobierno franquista, y luego fundador y hasta su muerte presidente honorario del Partido Popular, Manuel Fraga Iribarne, no cesó de declarar a los medios internacionales que Julián Grimau recibió un trato exquisito en los interrogatorios, y que fue él mismo el que en un momento dado, esposado como estaba, se encaramó a una silla, subió a una ventana y se arrojó por ella.

Fue juzgado por un tribunal militar en Consejo de guerra, y condenado no por su militancia clandestina sino por delito de rebelión militar, por su trabajo como policía durante la guerra civil. De hecho, fue la última persona procesada y condenada en España como consecuencia de la guerra, probablemente el régimen buscó una condena ejemplarizante en un momento de creciente conflictividad política y social.

Es interesante señalar que en aquellos años apenas existían en España militares con formación jurídica, bastando que fuera abogado el fiscal o el ponente de la sentencia, quienes se encargaban de asesorar a los presidentes de los tribunales. En el Consejo de Guerra a Julián Grimau ejerció de fiscal un habitual de los juicios políticos, que desempeñaba el cargo como muchos otros en esa época tras declarar que su título se había quemado durante la guerra. Un año más tarde, y tras décadas ejerciendo de fiscal, se demostró nunca había estudiado Derecho. El defensor de Grimau, el teniente abogado Rebollo, fue el único jurista en aquel proceso que le costó el puesto. Para Rebollo, el juicio era nulo de pleno derecho, incluso de acuerdo con las leyes franquistas, y sin saberse aún que el fiscal carecía de titulación. No pudieron probarse los delitos de torturas de los que se acusaba a Grimau, sino tan solo que fue policía, e incluso aunque el hecho de ser funcionario de la República durante la guerra civil había supuesto en los años posteriores a la guerra la condena por rebelión militar, de acuerdo con la propia Ley de Responsabilidades Políticas de 1938 que se aplicaba en estos casos, los hechos en 1962 habrían ya prescrito.  Pero todo era inútil, tras cinco horas de juicio, y sin apenas deliberación, el Tribunal dictó la sentencia de muerte como estaba previsto.

Pero es que además, el Consejo de Ministros del 1 de abril de 1963, 19 días antes del fusilamiento, había aprobado la creación del Tribunal de Orden Público, que sustituiría a los tribunales militares que actuaron desde la guerra civil. A Grimau le hubiera correspondido ser juzgado por ese Tribunal que lo hubiera condenado a prisión y no a muerte, pero Franco dispuso el retraso de su entrada en vigor hasta después del fusilamiento.

El juicio a Grimau suscitó la atención de la prensa internacional, y la solidaridad por todo el mundo, con manifestaciones multitudinarias por toda Europa y América Latina. Casi un millón de telegramas llegaron a Franco pidiendo la anulación del proceso, lo que no afectó ni a Franco ni a su gobierno. El entonces ministro de Información (propaganda) y Turismo, y luego fundador y Presidente del PP, Manuel Fraga Iribarne, inició una intensa campaña ante los medios internacionales atribuyendo a Grimau los más horrendos crímenes.

Tras la sentencia, solo Franco, tras la deliberación por el Consejo de Ministros, podía conmutar la condena de muerte. Por ello se produjeron numerosas peticiones de clemencia tanto desde el exterior, como la del papa Juan XXIII, como desde el interior de personalidades cercanas al régimen. El Consejo de Ministros, celebrado un día antes del fusilamiento, rechazó por unanimidad solicitar a Franco la conmutación de la pena de muerte.

Julián Grimau fue finalmente fusilado en la madrugada del día 20 de abril. El pelotón fue formado por jóvenes reclutas de reemplazo, que dispararon 27 balas sobre él sin acabar con su vida, por lo que el teniente que mandaba el pelotón tuvo que rematarlo con dos tiros en la cabeza.

Hoy, 50 años después, como miles de condenados ilegalmente por los tribunales franquistas, Julián Grimau sigue sin ser rehabilitado legalmente. Mientras, al entonces ministro de propaganda de aquel gobierno franquista y asesino se le considera uno de “los padres de nuestra democracia”, con honores, calles y plazas por toda España.

León Felipe, desde su exilio en México, cinco años después de la sentencia y asesinato de Julián Grimau, escribió este poema:

AL GLORIOSO GENERAL FRANCISCO FRANCO
DESPUÉS QUE FIRMÓ EL FUSILAMIENTO DE JULIÁN GRIMAU

Mi general…
¡Qué bonita letra tiene usted!
¡Oh, qué preciosa caligrafía de cuartel!
Así escriben los tiranos, ¿verdad?
¡Y los gloriosos dictadores…!
¡Qué rasgos!
¡Qué pulso!
¿Quién le enseñó a escribir así mi general?
Se dice general y se dice verdugo.
Los dos tienen el mismo rango,
Los mismos galones.
El general se diferencia del verdugo solamente
en que el general tiene la letra más bonita.
Para firmar una sentencia de muerte
hay que tener la letra muy bonita…
¡Qué bonita letra tiene Vd., mi general!

León Felipe
México, 6-VIII-1967

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